miércoles, 17 de enero de 2007

RETRATO DE SILVERIO



“Entre italiano y flamenco, ¿cómo cantaría aquel Silverio?
La densa miel de Italia con el limón nuestro,
iba en el hondo llanto del siguiriyero.”
Federico García Lorca.

Hace unos años participé como escenógrafo en un espectáculo sobre la historia del cante flamenco.
En una de sus escenas principales, se evocaba la figura poderosa de Silverio Franconetti, que abrió las puertas del cante flamenco, más allá de los orígenes gitanos y del folclore andaluz. Era la síntesis primordial que iniciaba hace ciento cincuenta años un camino abierto y sin límites. Junto a los desarrollos lentos y repetitivos del arte popular, un artista, un creador, marcaba un nuevo rumbo. Eso despertó mi interés por el personaje.
¿Quien fue Silverio Franconetti? Un sevillano nacido en 1829, bautizado en la parroquia de San Isidoro. Sus padres, un militar italiano afincado en Sevilla y una alcalareña. Desde niño le gustaba oír cantar a los gitanos de las fraguas de Morón. Se inicia en el cante en Sevilla y Madrid, donde empieza ha ser conocido. Se marcha a América, donde vive una juventud aventurera, pasando por diverso trabajos. Regresa con aspecto de indiano y vuelve al cante, incorporando las experiencias de las melodías criollas.
Aunque no existen grabaciones de sus cantes, toda la historiografía del flamenco lo destaca como una figura de trascendencia sin igual. Tanto en su modo de interpretar, como en su intuición para dar paso, en los cafés cantantes que abrió en nuestra ciudad, a un nuevo tipo de cantaores, que se enfrentaba noche tras noche a un público ávido de novedades. El romanticismo y el modernismo coexisten con esta época del flamenco y aportan su visión literaria.
Antonio Machado y Álvarez “Demófilo”, comenta “…los cafés matarán por completo el cante gitano en no lejano plazo…”. Concluye la época hermética del flamenco. Cuando Silverio muere en Sevilla en 1889, el cante flamenco se abre al mundo.

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