lunes, 22 de enero de 2007

MEDIR EL MUNDO


Al principio del verano de 1735 el sevillano Antonio de Ulloa, en compañía de Jorge Juan y otros científicos llegan a Cartagena de Indias. Desde allí emprenden viaje a Quito, comisionados por la Academia de Ciencias de Paris para medir con exactitud un grado de meridiano en el Ecuador. Paralelamente otra expedición realizaba la misma tarea en el Polo, con el fin de establecer la forma del globo terráqueo, confirmando las teorías de Newton.
Antonio de Ulloa y de la Torre-Giralt, fue una gran personalidad científica del siglo XVIII. Nacido en Sevilla, en la calle que hoy lleva su nombre, cerca de la plaza del Museo. Marino de carrera, se forma en la Academia de Guardiamarinas de Cádiz. Llegó a ser miembro de la Sociedad Real de Londres, de la Academia de Ciencias de París, Copenhague y Estocolmo. Autor de numerosos libros científicos, estudió electricidad y magnetismo, aplicó el microscopio solar de reflexión al estudio de la circulación sanguínea de peces e insectos y proyectó el canal de navegación y riego de Castilla y descubrió el platino.
La ciencia española realizó un gran esfuerzo durante el siglo XVIII en ponerse al día. En lugar de prohibir los estudios fuera de España, como se había hecho durante la Contrarreforma, se concedieron becas para formarse científicamente en el extranjero. Los Reales Colegios y las Academias fueron el fruto de esta política.
El Almirante Antonio de Ulloa, era un sevillano que amaba a Cádiz, donde murió en 1795. Con apenas veinte años realizó un gran viaje para medir el planeta. Pero no solo trianguló un meridiano, sino que colocó la razón y la ciencia en el centro de nuestro mundo.
Sevilla necesita que recordemos a los grandes hombres que nacieron entre nosotros. Aquellos que con su talento supieron desarrollar una labor de alcance universal. Escritores y pintores, pero también científicos, profesores y hombres de empresa. Son el ejemplo a seguir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Razón y razones hay, pero siempre es extraño comprobar como esta ciudad los abandona, e incluso, cambia de lugar y época, por algunos que se quieren dar de modernos contraculturales. Pero lo que más me sorprende es la cantidad de recordatorios de personas mucho menos importantes, que no menos dignas, en el devenir de la historia y que si son reconocidas, en pos de la popularidad que pueden dar en ciertos ámbitos a ciertos munícipes.