El seis de junio de 1391 un numeroso grupo de sevillanos entró en la Judería (los actuales barrios de Santa Cruz, Santa María la Blanca y San Bartolomé) dando muerte a cuatro mil judíos. A lo largo de la primavera, el Arcediano de Ecija, don Fernando Martínez, recorrió Sevilla, con arengas contra la religión judía y sus creyentes. Tras algunos incidentes previos, por fin, con los primeros calores de junio, un numeroso grupo de exaltados invadió el recinto, entrando por las únicas dos puertas existentes, la de la calle Mateos Gago y la Puerta de la Carne. La matanza duró un día entero.
Nunca más volvió a existir un barrio judío como tal en Sevilla. Las sinagogas se transformaron en iglesias, Santa María la Blanca y San Bartolomé, o simplemente desaparecieron, como la que ocupaba la actual plaza de Santa Cruz.
Cuando el treinta y uno de marzo de 1492, se decreta por los Reyes Católicos la total expulsión de los judíos de los reinos de Aragón y de Castilla, (“. . . acordamos de mandar salir a todos los judíos de nuestros reinos, que jamás tornen…”, ) en Sevilla solo es el final de un proceso que comenzó cien años antes. Desde la conquista de Sevilla por Fernando III, la autoridad de los reyes había velado por respetar y hacer respetar los derechos de las minorías hebrea y musulmana, dejándoles el libre culto de sus religiones respectivas. Siempre recordamos las ciudades andaluzas como ejemplo de convivencia de las tres culturas. Mucho tiempo a transcurrido desde entonces. Hoy nos vemos como una sociedad democrática y desarrollada en la que se viven estos acontecimientos como algo ajeno y muy lejano. Sucesos como el asalto de la Judería, nos ponen frente al hecho cierto de que la xenofobia y las posiciones radicales pueden generar verdaderas tragedias en cualquier momento. Las noticias de todos los días traen aires racistas e intolerantes, que surgen a nuestro alrededor.
Nunca más volvió a existir un barrio judío como tal en Sevilla. Las sinagogas se transformaron en iglesias, Santa María la Blanca y San Bartolomé, o simplemente desaparecieron, como la que ocupaba la actual plaza de Santa Cruz.
Cuando el treinta y uno de marzo de 1492, se decreta por los Reyes Católicos la total expulsión de los judíos de los reinos de Aragón y de Castilla, (“. . . acordamos de mandar salir a todos los judíos de nuestros reinos, que jamás tornen…”, ) en Sevilla solo es el final de un proceso que comenzó cien años antes. Desde la conquista de Sevilla por Fernando III, la autoridad de los reyes había velado por respetar y hacer respetar los derechos de las minorías hebrea y musulmana, dejándoles el libre culto de sus religiones respectivas. Siempre recordamos las ciudades andaluzas como ejemplo de convivencia de las tres culturas. Mucho tiempo a transcurrido desde entonces. Hoy nos vemos como una sociedad democrática y desarrollada en la que se viven estos acontecimientos como algo ajeno y muy lejano. Sucesos como el asalto de la Judería, nos ponen frente al hecho cierto de que la xenofobia y las posiciones radicales pueden generar verdaderas tragedias en cualquier momento. Las noticias de todos los días traen aires racistas e intolerantes, que surgen a nuestro alrededor.
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